El acompañamiento emocional, para niños (a partir de los 3 años) y para adolescentes, comienza con una valoración inicial que ayuda a establecer un encuadre de trabajo. El acompañamiento incluye la participación de los padres, y con el fin de que éstos puedan colaborar, cooperar y comprender el proceso del hijo.
La guía para el acompañamiento es el aspecto vincular, más allá de las técnicas. Si bien se toman las técnicas como elementos que complementan y potencian diferentes momentos del proceso se considera principal y prioritario todo aquello que va sucediendo en la relación así como lo que la persona trae a las sesiones.
Las técnicas utilizadas, basadas en el dibujo, la pintura, el modelaje, la construcción, la música, las cartas emocionales, los juegos de mesa, los disfraces o títeres, siempre se adaptan a la persona que tenemos enfrente, acercándonos a su propio lenguaje y a sus fortalezas y con el fin de equilibrar sus puntos de dificultad o aquellos aspectos o rasgos más escindidos.
Con niños de entre 3 y 6 años, especialmente, se trabaja desde un lenguaje simbólico propio de su edad, esto es, a través del juego simbólico (animales, coches, personas, casas, etc.). Es desde este espacio simbólico desde el cual se da la comunicación entre el niño y el adulto, y no desde el lenguaje oral, más propio de una edad más avanzada. No obstante, el espacio simbólico también podrá ser utilizado en edades posteriores por su riqueza y alcance a nivel inconsciente.
Durante el proceso se hace especial hincapié tanto en proceso emocional como el proceso cognitivo de reflexión.
Algunas de las dificultades que tratamos se refieren a sentimientos de malestar ante alguna dificultad de aprendizaje, comportamiento disruptivo, dificultad para sostener la concentración y la atención, baja motivación escolar o fracaso escolar, dificultades para socializar, desorientación académico-profesional, etc.



